jueves, 3 de octubre de 2013

EL HIJO DE KING KONG




Supongo que mi madre fue inmensamente feliz la noche de bodas al descubrir en mi padre una selva virgen para ella sola. El problema lo tengo yo, porque por desgracia para mí he heredado lo que más amaba mi madre en mi padre. A ella le encantaba que sus dedos se perdiesen en aquella selva inhóspita y bien poblada; pero para mí, es como si King Kong me hubiese poseído a traición, sin olvidar que a Marina no le gusta para nada el vello corporal. No me lo dice, pero puedo leer en sus ojos que ella hubiese deseado a un nadador, aparte de lo obvio: un cuerpo esculpido a base de piscinas y gimnasio, lo que era tanto como decir que mi mujer en sus sueños húmedos anhelaba a un Adonis perfecto, y que cuando echaba mano a mi pecho, sentía como si el eslabón perdido estuviese invadiendo su espacio vital y sus sueños. Algo que me mortifica, porque siento cómo sus dedos finos del color del coral, se baten en retirada como un ejército que se sabe vencido. Así me siento yo vencido y maldigo mentalmente a mi padre, ese oso prehistórico que me traspasó su carga genética sin pensar en las consecuencias, o a lo mejor él pensó de una forma más que arrebatada que todas las mujeres sería como mi madre, amantes de hombres con pelo en pecho, que más que hombres comunes, abandonaban la normalidad de la especie para introducirse de cuerpo entero en un mar de sargazos animales.
En esas me encontraba yo, con una mujer que odiaba el vello más que las incipientes arrugas que intentaba, sin conseguirlo, disimularlas con cremas que me costaba un riñón y medio. Estaba claro que hacerse viejo era algo malo, pero nada se podía comparar a ser el hijo del Yeti. En el trabajo los compañeros se reían a mis espaldas, las compañeras, fantaseaban con hacerme trenzas en la espalda y el pecho; algo que no me desagradaba aunque esté mal decirlo. Al menos alguna mujer me tocaría como yo deseaba. Porque últimamente sólo tenía un sueño recurrente: me veía en una peluquería y a un ejército de peluqueras con minifaldas haciéndome peinados imposibles. Sé que esto no puede seguir así, deseo decírselo a Marina, pero cada vez que lo intento un maldito ladrido es todo lo que puedo articular.
Tendré que buscar la forma de que este pelo de rastrafari lanudo desaparezca para que Marina me adore otra vez.

2 comentarios:

  1. Lástima de hombre. Alguien debería decirle que existe la depilación láser integral ;).

    Un saludo.

    TRAFFIC-CLUB

    Mi Etéreo Mausoleo

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  2. King Kong, una figura mítica del cine.
    TRAFFIC CLUB, Fútbol y Tenis, más que un juego

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